Los peces del duelo son el estímulo que nos golpea hacia la aceptación de las cosas dadas bajo el determinismo oculto entre los perfiles umbrosos de la vida. Cuando agonizan los peces curvan sus cuerpos y abren sus agallas en una acción que juzgamos desesperada. Como desesperado es el poema y su manifestación a grito herido por desdeñar la lucidez que la experiencia nos ofrece, en contra de la inicua ilusión a la que la poeta se aferra.