Déjame todas las arrugas, no me quites ni una, he tardado toda una vida en conseguirlas, cuentan que le dijo la actriz Anna Magnani a su maquillador; palabras que encierran el mismo espíritu de Viejos, de Tirso Priscilo Vallecillos, en esta edición ilustrada deliciosamente por Manuel Mancera Martínez. Para Manuel Ángel Vázquez Medel, catedrático de literatura y autor del Prólogo:
Titular un poemario Viejos es ya, antes que nada, un acto de valentía y ya casi una provocación, como cumple al perfil de su autor (
) En los últimos años, la palabra de Tirso ha movido (muchas veces a la sana experiencia del humor, que es uno de los más destacados signos de inteligencia) y ha conmovido (por esos chispazos de autenticidad, a veces desgarrada, que deslumbran en sus escritos) a muchos lectores, a muchos oyentes (
) Podríamos decir, con Celaya, que la suya no es una poesía gota a gota pensada, sino poesía necesaria, como el pan de cada día. Pero no porque su poética sea la de la denuncia y la del compromiso político y social explícito (aunque hay mucha denuncia de la hipocresía y de la injusticia en sus versos, y mucho compromiso con la vida), sino porque su poética de la cotidianeidad, de la sinceridad, del deseo, hace estallar cualquier corsé.