Ladran los perros: esa es la gran verdad que alumbra la época. Ladran los perros y es tan colosal el ruido, tan apabullante el desconcierto que ya no se distingue el sainete o la tragedia, la gloria o la blasfemia, la misa o la taberna. Y por ese teatrillo de máscaras desfilan dos corazonadas: "Los brazos contra el cielo" y "Solo queda caer".