SECRETOS DE LA BIBLIA

SECRETOS DE LA BIBLIA

EMMERICK, ANNA CATALINA

19,00 €
IVA incluido
No disponible Pregúntanos antes de pagar
Editorial:
HOMO LEGENS BIBLIOTECA
Año de edición:
2018
Materia
Cristianismo catolico
ISBN:
978-84-17407-02-5
Páginas:
354
Encuadernación:
Rústica
19,00 €
IVA incluido
No disponible Pregúntanos antes de pagar

Cuando Mel Gibson estrenó ‘La Pasión de Cristo’, multitud de detalles sorprendieron al gran público, aunque no así a los que ya habían leído la obra de Ana Catalina Emmerick, una mística alemana del Siglo XIX que describió con la precisión de un testigo presencial la pasión y muerte de Jesús, y cuyo relato sirvió de guión al director australiano.
Pero las visiones de Ana Catalina no se detienen en el Calvario, en realidad abarcan casi toda la Historia Sagrada.
¿Era Job el tatarabuelo de Abraham y vivía en el Mar Negro? ¿Se salvó Abraham de una matanza de bebés, escondido en la misma gruta en la que se refugió la Sagrada Familia durante la persecución de Herodes? ¿Cómo quiso vengarse Esaú de Jacob, tras robarle este la primogenitura? ¿De quién eran los huesos que José llevaba colgados del cuello?
En las páginas de este volumen se encuentran respuestas que cambiarán para siempre la manera de leer las Sagradas Escrituras.

Ana Catalina Emmerick
Nació el 8 de septiembre de 1774 en Flamsche, una pequeña aldea de la diócesis de Münster, en Alemania. Ana Catalina comenzó a tener visiones y mociones espirituales con tan sólo cuatro años. En 1802 ingresó en un convento de Dülmen. A finales de 1811 el convento fue clausurado por las autoridades francesas y en 1812, Ana Catalina estaba en la calle enferma y sin dinero. La acogió su confesor, que alquiló una habitación, encargándose ella de la casa del sacerdote. En 1813, estando enferma en cama, aparecieron los estigmas. Una comisión episcopal fue la encargada de investigar la veracidad de esos signos. Llegaron a la conclusión de que eran reales. Ante los crecientes rumores, intervino personalmente el rey de Prusia, Federico Guillermo III, enviando a su médico personal, quién reconoció que no había impostura alguna. Murió el 9 de febrero de 1824 y fue beatificada por Juan Pablo II en 2004.