Un niño aprende por fin a mantenerse en equilibrio sobre las ruedas de su bicicleta y da vueltas y vueltas, satisfecho, alrededor de su casa, hasta que le asalta una duda: ¿cómo logrará parar y bajarse de la bici sin rodar por el suelo? Pide ayuda a su padre, pero este, adicto al estilo de la 'educación a la francesa', le anima a resolver el problema por sí mismo... Por un momento, el niño piensa que rodará eternamente alrededor del jardín. Así comienza 'Mi querida bicicleta', un delicioso texto de Miguel Delibes, editado originariamente en el sello Miñón, que luego sería un capítulo de 'Mi vida al aire libre' y que ahora ha rescatado la editorial Ken, en una preciosa edición en la que las ilustraciones de Marijose Recalde protagonizan la original sobrecubierta.
Un jovial Delibes describe su afición al ciclismo, la estrecha relación que mantuvo con la bicicleta desde esos lejanos días de aprendizaje hasta la época en que se volvió su mejor cómplice para mantener el contacto con su esposa Ángeles de Castro, en la época de su noviazgo. «Dos seres enamorados, separados y sin dinero lo tenían en realidad muy difícil en 1941». A no ser que contaran con el aparato de marras y la energía de las piernas de su conductor.
El texto concluye con el rastro que esa afición fue dejando en sus hijos y nietos, para concluir por todo lo alto con la victoria de su hijo Juan en una competición local. Un argumento sencillo para un gran rodador del lenguaje.