Amster nos pasea por las notas y las fracciones con fascinación y seguridad, recorriendo el mundo en una cuerda de guitarra y terminando nada menos que en el tango, cuna de compadritos, lógicos y geómetras. Después de ¡Matemática, maestro!, ya nada será lo mismo: ni un bolero, una milonga, una sinfonía o un teorema. ¡Y que vivan las octavas! (esas que matemáticamente tienen doce partes, y no ocho ).