Hace mil vidas conocí a Marta Sanchez Payerpaj y vi en ella una mariposa monarca. Estaba al frente de una clase de literatura y escritura para adultos en medio de la meseta que a mi me hizo palpitar; sentir envidia de los cerros que asistían tras los ventanales a sus clases. Y de las mujeres y los hombres de pueblo que cada día escuchaban un verso, leían un libro y crecían juntos.
Personas sin edad guiados por la pasión de Marta por cada palabra. "Mi trabajo es una experiencia vital, y descubrimiento, de dolor y emoción por ver que hay tantos mundos que están en este. Marta, mariposa monarca, llevaba en su cuerpo el peso de haber atravesado el océano varias veces y haberse instalado más allá, en "aquellas montañas donde me hablaron los chamanes.
Esa mariposa tuvo que remontar huracanes, aprender a buscar y disfrutar de la brisa a favor; adaptarse al frío. Amamantar y crear su propio ecosistema que donde alimentarse alimentando. "Desde el fluido maternal/ el alma encarnó en mi/ en ellas/ en las que me siguen.
Después se deshizo. El mundo dejo de ser, su alma se desmembró y la mariposa monarca buceó en las corrientes más frías del océano, pero siguió alimentándose. Ahora leo sus palabras y vibro; siento su alma renovándose y traduciendo su alquimia a palabras alimento matriz para volar "como si nadie pudiera acallar la fuente que nace sabiendo que todo volverá.
Marta, mariposa monarca. Enfrentaste la vida, pusiste límites. Palabras límites. "Dijiste que no querías compromisos y cada día me haces sentir culpable porque no soy como quieres. Confiaste. "Entonces era el deseo ingrávido, violento, inquieto, ahora somos versos con sincronía. Hasta, como toda mariposa monarca, retomar la dirección para volver a volar. "Vertigo, derrotada, ufana, feliz.
