Cuando era joven, intentaba orientarme en el mundo que se precipitaba hacia el abismo de una dictadura cuya realidad concreta no había sido prevista, ni querida, ni imaginada por nadie, y menos aún por aquellos que habían deseado y aclamado su advenimiento: el único libro que entonces fue capaz de decirme algo lúcido sobre ese mundo desconocido fue Los dioses tienen sed.
Gamelin tal vez sea el primer retrato literario de un ?artista comprometido?. No obstante, lo que me cautivó de la novela de France no fue la denuncia de Gamelin, sino el misterio de Gamelin. Digo misterio porque ese hombre, que terminó por enviar a decenas de personas a la guillotina, habría sido sin duda, en otra época, un amable vecino, un buen compañero y un artista dotado. ¿Cómo puede un hombre indiscutiblemente honesto llevar oculto a un monstruo?