«Y de las aguas brotaron cadáveres ahogados. Y
los seres aún con vida salieron hasta la orilla en
busca de oxígeno. Y en la tierra fallecieron cuatro
o cinco toneladas de peces con los ojos vacíos y las
bocas abiertas. Y entonces todos lloramos porque
el daño se hizo carne y es imposible acallar la voz
muda de un cadáver, es imposible ahogar el
lenguaje de los muertos».
Un pequeño propietario de un terreno de cultivo se
niega a vender su hacienda a los magnates del
agrocultivo. Poco después su casa aparece
incendiada. «Ese fuego es la señal del inicio de una
guerra», nos dice la autora, «y la guerra es imposible
sin la presencia enemiga». Basta esa pequeña
anécdota para entender que asistimos a un combate
en el que varias especies se juegan su supervivencia,
y en el que el enemigo está mucho más definido de lo
que parece.
Begoña Méndez vuelve en este texto a la Murcia que
vio emigrar a su familia en los años 50, para explorar
su herencia y su desarraigo. Y descubre la historia de
una mujer que murió encallada en el lodo de la playa, testimonios angustiados, corruptelas, un
sinfín de violencias, de datos incontestables y, sobre todo, un enorme cuerpo que agoniza. Lodo
es una investigación política, es el diario de un viaje al fondo del Mar Menor y es un análisis
forense escrito con las herramientas que da la mejor literatura.