«El patio está vacío. La casa está cerrada. Claire sabe dónde está la llave, bajo la losa, detrás del arce, pero no va a entrar en la casa. No entrará nunca más. Habría venido incluso con lluvia, aunque la tarde se viera azotada por el viento frío y mojado, como ocurre a menudo cuando se acerca Todos los Santos, pero ha tenido suerte; piensa exactamente esto, que ha tenido suerte con la luz de octubre, el patio de la casa, el arce, el columpio y el bramido del Santoire que asciende hasta ella en el aire cálido y azul.» Años sesenta. Isabelle, Claire y Gilles viven en el valle del Santoire, con su madre y su padre. La finca está aislada de todo. Marie-Hélène Lafon se remonta a los orígenes de su escritura y nos ofrece uno de sus libros más conmovedores.