En 1680, los indios Pueblos de la provincia española de Nuevo México (en la actualidad los Estados Unidos de América) se rebelaron contra los pobladores europeos. La hambruna, consecuencia de una prolongada sequía, las epidemias y los abusos cometidos por algunos colonos incontrolados, llevaron a los nativos a sublevarse. Cerca de cuatrocientos españoles (entre ellos una veintena de religiosos y muchas mujeres y niños), fueron salvajemente asesinados. Los supervivientes de la masacre se refugiaron en la capital, Santa Fe, bajo la protección del gobernador don Antonio Otermín. Sitiada la ciudad por los indígenas y sin esperanza de socorro, las escasas tropas de Otermín dieron sobrado ejemplo del valor y sacrificio que siempre se espera de los soldados españoles en campaña, enfrentándose a un enemigo treinta veces superior.