Aristóteles fue uno de esos colosales genios sobre cuyos hombros podría asentarse una civilización completa. A los treinta años se exilió de Atenas a las islas del Egeo, donde meditó y escribió acerca de la naturaleza junto a una laguna en Lesbos. Aunque todos lo conocemos como filósofo, su producción sobre la vida natural fue titánica: diseccionó docenas de especies y compiló el primer tratado de Biología, Historia Animalium, una obra que sigue inspirando el pensamiento científico actual.