«Escribes poesía porque lees poesía. Podría decir que escribo poesía porque leí unos versos que me dejaron, gran desatino, sin palabras. Por la vía negativa, dirían los místicos, apenas unos versos, el balbuceo enamorado de san Juan de la Cruz: ?un no sé qué que queda balbuciendo?, que me ofrecía el mapa del tesoro, la llave del reino, un intento permanente de acceder a la paradoja del amor y del lenguaje» (Isabel Ordaz).