¡Qué hermosa es la caída de la tarde,
la luz del cielo en tierras como estas,
oh, Italia, paraíso de exiliados!
¡Tus cordilleras, mares y viñedos,
las torres que rodean tus ciudades!
Qué dicha disfrutar de aquella vista
bajo tu cielo. En el lugar preciso
donde descabalgamos, los criados
de Máddalo esperaban con la góndola.
Igual que un peregrino se detiene
para poder gozar de un buen paisaje,
así nos demoramos a admirar
el crepúsculo, el cielo entre Venecia
y el Lido reflejado en la laguna...