Este ensayo pasa revista a los motivos temáticos más recurrentes de la ficción apocalíptica, al tiempo que se analizan las estrategias discursivas de las
que dichas ficciones echan mano. Se establece así una sutil correspondencia
entre esa estereotipada cartografía del desastre y la ruina y una serie de recursos formales relacionados con la construcción (o, mejor, deconstrucción)
del relato, igualmente frecuentes en la última narrativa. Novelas formalmente rotas o extremadamente fragmentadas son así la perfecta representación
de un mundo en descomposición. Pero, sobre todo, este ensayo se propone
demostrar cómo en muchas ocasiones el género ha ido perdiendo la carga
política y moralizante que le es propia, a través de un progresivo proceso de
estetización que ha hecho del apocalipsis un auténtico espectáculo, tan fascinante como tentador.