Las historias que cuenta Ana Pérez Cañamares nos llevan de la mano a nuestra propia adolescencia en la que descubríamos los secretos de la vida que nos ocultaban los adultos. Esa complicidad del lector, máxime tratándose de cuentos bien formados, con finales abiertos del estilo de Cheever y Carver (pero a punto de despeñarse por el acantilado), hace de cada uno de los relatos una joya narrativa.